"Un mendigo llamó a la puerta de un emperador a primera hora de la mañana. El emperador iba a salir a dar un paseo matutino en su precioso jardín; de no ser por esta circunstancia hubiera sido difícil que el mendigo pudiera encontrarse con él. Pero en ese momento no había ningún guardián que lo impidiera.
El emperador dijo: —¿Qué quieres? —¡Piénsatelo dos veces antes de preguntar eso! —dijo el mendigo. El emperador nunca había visto antes a un hombre tan fiero; había batallado en la guerra, había obtenido grandes victorias y había dejado claro que no había nada más poderoso que él, y de repente este mendigo le dice: «¡Piensa dos veces lo que dices porque puede que no seas capaz de realizar mi deseo!»
El rey dijo: —No te preocupes, déjalo de mi cuenta; ¡pide lo que quieras y se realizará!
—Ves este cuenco de mendigar —dijo el mendigo—, ¡quiero que se llene! No me importa de qué, la única condición es que se llene, que esté lleno. Aún estás a tiempo de decir que no, pero si dices que sí, estás tomando un riesgo.
El emperador se puso a reír. Un cuenco de mendigar... ¿y me estás dando una advertencia? Le dijo a su ayudante de cámara que llenase el cuenco de diamantes para que aquel mendigo se enterase de a quién estaba pidiendo.
El mendigo volvió a decirle: —Piénsatelo dos veces. Y pronto empezó a quedar claro que el mendigo tenía razón, porque en el momento en que se vertían los diamantes en el cuenco, desaparecían.
Los rumores se extendieron inmediatamente por toda la capital y miles de personas se acercaron a observar lo que pasaba. Cuando las piedras preciosas se acabaron, el rey dijo: «Traed todo el oro y la plata, ¡traedlo todo! Mi reino e incluso mi integridad están amenazadas». Pero antes de llegar la noche había desaparecido todo y sólo quedaban dos mendigos, y uno de ellos había sido emperador.
Entonces el emperador dijo: —Antes de pedirte perdón por no escuchar tus avisos, por favor dime el secreto de este cuenco de mendigar.
—No hay ningún secreto —dijo el mendigo—. Lo he pulido de manera que parezca un cuenco, pero es una calavera humana. Todo lo que eches dentro de ella desaparecerá.
La historia es tremendamente significativa. ¿Has pensado alguna vez en tu propio cuenco de mendigar? Todo desaparece —poder, prestigio, respetabilidad, riqueza— todo desaparece y tu cuenco sigue con la boca abierta, pidiendo más. Y ese «más» te aleja del presente. El deseo, la añoranza de otra cosa te aleja de este momento.
Sólo hay dos tipos de personas en el mundo: la mayoría de ellas corren detrás de sombras, sus cuencos de mendigar seguirán con ellos hasta que se vayan a la tumba. Y una pequeña minoría, uno entre un millón, que deja de correr, abandona todos los deseos y no pide nada; y de repente lo encuentra todo dentro de sí."
El emperador dijo: —¿Qué quieres? —¡Piénsatelo dos veces antes de preguntar eso! —dijo el mendigo. El emperador nunca había visto antes a un hombre tan fiero; había batallado en la guerra, había obtenido grandes victorias y había dejado claro que no había nada más poderoso que él, y de repente este mendigo le dice: «¡Piensa dos veces lo que dices porque puede que no seas capaz de realizar mi deseo!»
El rey dijo: —No te preocupes, déjalo de mi cuenta; ¡pide lo que quieras y se realizará!
—Ves este cuenco de mendigar —dijo el mendigo—, ¡quiero que se llene! No me importa de qué, la única condición es que se llene, que esté lleno. Aún estás a tiempo de decir que no, pero si dices que sí, estás tomando un riesgo.
El emperador se puso a reír. Un cuenco de mendigar... ¿y me estás dando una advertencia? Le dijo a su ayudante de cámara que llenase el cuenco de diamantes para que aquel mendigo se enterase de a quién estaba pidiendo.
El mendigo volvió a decirle: —Piénsatelo dos veces. Y pronto empezó a quedar claro que el mendigo tenía razón, porque en el momento en que se vertían los diamantes en el cuenco, desaparecían.
Los rumores se extendieron inmediatamente por toda la capital y miles de personas se acercaron a observar lo que pasaba. Cuando las piedras preciosas se acabaron, el rey dijo: «Traed todo el oro y la plata, ¡traedlo todo! Mi reino e incluso mi integridad están amenazadas». Pero antes de llegar la noche había desaparecido todo y sólo quedaban dos mendigos, y uno de ellos había sido emperador.
Entonces el emperador dijo: —Antes de pedirte perdón por no escuchar tus avisos, por favor dime el secreto de este cuenco de mendigar.
—No hay ningún secreto —dijo el mendigo—. Lo he pulido de manera que parezca un cuenco, pero es una calavera humana. Todo lo que eches dentro de ella desaparecerá.
La historia es tremendamente significativa. ¿Has pensado alguna vez en tu propio cuenco de mendigar? Todo desaparece —poder, prestigio, respetabilidad, riqueza— todo desaparece y tu cuenco sigue con la boca abierta, pidiendo más. Y ese «más» te aleja del presente. El deseo, la añoranza de otra cosa te aleja de este momento.
Sólo hay dos tipos de personas en el mundo: la mayoría de ellas corren detrás de sombras, sus cuencos de mendigar seguirán con ellos hasta que se vayan a la tumba. Y una pequeña minoría, uno entre un millón, que deja de correr, abandona todos los deseos y no pide nada; y de repente lo encuentra todo dentro de sí."
OSHO
9 comentarios:
Interesante historia.
Normalmente buscamos todo lo esencial fuera de nosotros, pretendemos comprarlo con nuestras canastillas mágicas: el carrito de la compra y la tarjeta de crédito; y,además, solemos confundir valor con precio, felicidad con placer, y prestigio con fama.
Lo importante es gratuito, sencillo y nuestro alcance, pero tenemos las miras tan altas que nos hace ciegos.
Si cerramos los ojos, veríamos más.
Gracias por tu mirada. Un abrazo.
Gracias. Un abrazo.
En la verificacion de la palabra me sale ablepo. Supongo que quiere decir que hablepoco.
ojala tu hayas encontrado estos dias todo lo que mereces y asi puedas dejar de correr...seras una entre un millon y tu felicidad sera la mia.te quiero un monton......besos
Bonita fábula.
Es cierto que la avaricia y la ambición material no sólo no menguan si no que crecen a medida que poseemos más y más. Una frase que siempre me ha gustado es la de que no es más feliz quien más tiene si no quien menos necesita.
Estoy de acuerdo con Joshua en que nos cegamos en buscar fuera algo que colme nuestra saciedad de poseer y es dentro de nosotros dónde está la llave para vivir mejor con uno mismo y con los demás.
Un saludo
la avaricia es lo que nos caracteriza, hay que procurar que no nos pierda..
¿Se podría llenar tu cuenco con mis besos, sirena de luz?
No me digas que es mucho mendigar por mi parte.
Beso, beso, beso...
Me gusta mucho, Mirada
Guada... :-)
gracias por compartir palabras tan bellas y sabias...
Un abrazo fresquito.... y que tengas un muy buen día!
Haría falta desmitificar nuestra conciencia ordinaria, la que basamos en tener para poder, concienciándonos de que se puede como imperativo moral sin tener, algo que aún no se ha probado a lo largo de la existencia humana en forma de estado.
Ir haciendo patente que vivir es algo más sencillo.
Un abrazo.
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