Quince mil minutos

"Luz de atardecer" TADEO ZAVALETA

El sonido de su voz. Ansiaba oir el sonido de su voz, mientras el tono del teléfono sonaba.
A cada "ring" le sucedía una espera y en esa espera ella soñaba.
Generaba desde el centro de su ombligo una energía que se expandía en ondas a través de las células de su cuerpo. Ondas cargadas de pequeños temblores y calor que la recorrían hasta su cerebelo.
¿Cómo sería el tono de su voz? Lo recordaba cálido, avispado y punzante dentro de ella.
Cada noche se reunían a través del auricular. No faltaban a su hora. Creaban un espacio rodeándolo de imágenes reales. Alternaban escenarios y risas.
"Tu risa me abre el camino hacia tu corazón" - se estremecía al oírselo decir.
¿Qué tenía su voz que la empapaba por dentro?
No sólo era su voz. Creaba en ella sensaciones a través de la unión de palabras.
Cubría de cuentos ese espacio vacío dentro de sí.
Un día le leía a Salinas:

"Cuando dices "me quieren
los tigres o las sombras"
es que estuviste en selvas
o en noches, paseando
tu gran ansia de amar.
No sirves para amada;
tú siempre ganarás,
queriendo, al que te quiera
Amante, amada no".

Al otro lado en silencio el cuerpo de ella se cubría del calor que le transmitía.
Tenín las palabras precisas para desnudar la pasión que anidaba en su interior.
Despertarla y desarrollarla sin límites. Descubrirle que no existen barreras para la imaginación. Descubrirle que a través de su oído podía verlo. Y al verlo sentir el tacto de su piel, de sus labios acariciando su cuello.
Empezaban un cortejo por caminos desconocidos.
¿Cómo era posible desarrollar tanta pasión?
Su voz llegaba y creaba imágenes que olían. Imágenes que sabían. Imágenes que se tocaban y partían desde el centro mismo de su alma. Palabras claves, palabras maestras.
Una noche él le cantó al oído una nana, meciéndola entre sus sueños la llegó a tocar por dentro. Se quedaron en silencio al sentirse tan cerca.
Ella pudo notar su cuerpo dándole calor. Su voz convirtiéndose en labios dulces que besaban su piel, en una lengua lujuriosa serpenteante que ascendía por sus muslos, en dedos que marcaban círculos profundos en la boca de su sexo. Su voz se volvía poderosa, penetrante y entraba en ella, poseyéndola con intensidad.
Sintió dulzura, luz, energía que la llenaba desde dentro y en silencio se tocaban, abrazándose en imágenes, abrazándose en olores, abrazándose en sabores y en su voz.
Tan sólo minutos quería, quince mil minutos de su voz para ella.