15 febrero 2005

Roncesvalles

20 de septiembre de 2004

A las cinco y media de la tarde eramos un grupo de casi 80 personas, organizando el equipaje y también las bicicletas en los maleteros de los dos autobuses que la compañía dispuso para viajar a Roncesvalles.
Todos nos encontrábamos en la misma situación, mirándonos entre extraños que tenían una misma idea, un mismo objetivo pero con cantidad de motivos diferentes para emprender ese camino. Un camino que no sabíamos lo que nos iba a deparar, casi 800 kilómetros y muchos días y etapas por delante. Cada vez era más emocionante porque estaba próximo el comienzo, no veíamos la hora de salir.
Subimos al autobús, cada uno ocupó su plaza. Se sentó a mi lado, la persona que en pocas horas pude comprobar era la que necesitaba conmigo en los primeros días de mi aventura.
Empezé a sentir una afinidad muy grande por Helena, no paraba de hablar en todo el trayecto, y resulta que todo lo que me contaba era muy familiar para mí. Era además lo que necesitaba oir para mostrarme una seguridad en mí misma que pensé que no tenía en esos momentos. Ella también pensaba lo mismo que yo, de una manera comenzamos ese camino juntas y cada una sola. Nos compenetramos muy bien, supé en ese momento , antes de llegar al albergue, que por eso comenzé en Roncesvalles, para encontrarme con Helena y gracias a ella conseguir paliar en esos primeros días carencias que tenía. Carencias debido a la falta de preparación de mi viaje, decidí emprender esta aventura tres días antes, tenía información de las etapas, sabía que material debía de llevar, confiaba en mi preparación física... pero eso no lo es todo, vaya que no.
Lo más importante es la actitud. Mi actitud ante la vida es positiva, pero muchas veces me niego cantidad de detalles, cantidad de posibilidades por falta de confianza en mí misma.
Resulta que ella decía que era igual que yo, en cambio las dos juntas podríamos con lo que nos esperaba.
Llegamos a Roncesvalles, es un lugar precioso entre las montañas, un verde especial en su bosque de hayas, pinos, espinos, enebros... y el olor mezclado con la húmedad de la niebla que se cerraba porque llegaba la noche. Una vista al horizonte, desde ese alto, indicaba todo lo que tenía por delante para ver y disfrutar, estaba en plena naturaleza, en plena montaña.
La Iglesia de la Colegiata preciosa al lado del convento, construcción de piedra y pizarra, y el albergue, y al fondo, pero a mi lado los Pirineos. Respiré con cierta inquietud, no me lo podía creer. Estaba allí.
El albergue es muy grande, es el albergue más grande que me encontré en todo el camino. Está muy bien organizado y muy limpio. Nos recibieron y todo aquel que no tenía la credencial la podía comprar allí, un euro, cubriendo una ficha y pagando los cinco euros accedías al albergue. Hay lavadora y secadora, no tiene cocina, pero hay un bar que da comidas por ocho euros, si querías cenar o desayunar al día siguiente.
Casi eran las ocho de la tarde y después de establecernos, decidimos asistir a la misa del peregrino, Helena me recomendo ir, aunque no fuese católica practicante, era muy interesante comprobar como oficiaban la celebración para tantas personas, peregrinos y peregrinas dispares en creencias y nacionalidades, dispares en motivos y todos y todas con un sólo objetivo, caminar hacia Santiago.
Soy católica porque nací en la familia en la que nací, luego los conocimientos sobre religión me han apartado de la práctica. Pero una de las lecciones en religión más importantes que recibí fue la que en menos de media hora escuché y percibí del cura que oficiaba esa misa.
Escuchar sus palabras de ánimo, en todos los idiomas de las personas que nos encontrábamos allí, sus lecciones de solidaridad, de confianza, de interrelación, su bendición.. fue algo muy emociante. Polacos, portugueses, ingleses, franceses, checos, alemanes, suizos, mexicanos, brasileños, colombianos, argentinos, venezolanos, estadunidenses, canadienses, chinos, australianos, japoneses, tainlandeses, gallegos, valencianos, vascos, andaluces, madrileños.. y seguro que me queda alguna nacionalidad, no exagero en absoluto. Consiguió el buen hombre, con sus cantos canónigos y sus palabras, emocionarnos a todas las personas que estabamos allí con él, palabras de fuerza y confianza que calaron en mí acompañadas de una inmensa tranquilidad y energía.
¿Será cierto que en este camino se encuentra Dios con todos nosotros? Todas las personas que se suman de tantos lugares tan diferentes, motivadas por el encuentro consigo mismo, por la creencia, por la compañía.. durante siglos y siglos, tienen que estar todo muy relacionado también con la energía y la fe que cada uno invirtió en esa ruta. Los templarios dispusieron sus iglesias a lo largo de este camino en distintos puntos de energía.. por algo sería , no?
Tantas preguntas por responder, cómo me gustaba aquello, tanto por averiguar.

8 comentarios:

Unknown dijo...

En Oriente ésas líneas de energía que comentas se llaman líneas de Dragón. Dicen que se extienden por todo el planeta y que una de esas venas de energía discurre aproximadamente entre Lourdes y Santiago, a lo largo de todo el Camino.

Me ha gustado que reencontraras a tu amiga Helena en este post. Te animo a que continues con el viaje.

Un beso, mi mirada favorita que me espía bajo el mar.

scape95 dijo...

Hace un par de años estuve cerca de esa zona, por la Selva de Irati, y es uno de mis mejores recuerdos. Gracias por el nuevo capítulo. Sigo atento.

Unknown dijo...

Volver a los sitios que te hacen senir. Existen en casas y lugares vestigios de la gente que los habitó, influencias de la fe de las personas, el egrégore, que parece impregnarlo todo misteriosamente. Cosas extrañas. Mundo bizarro. Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola miradita :)

Que viaje mas gratificante a lado de tus letras :) He disfrutado!

Mientras caminas vas encontrando cosas, situaciones y personas que te dejan maravillada.

Un beso y saludos!

;o)

Poledra dijo...

Suena muy bien, nos has transportado hasta Roncesvalles. Buen comienzo...espero quesean muchos capítulos!

Un besazo!

Anónimo dijo...

Nunca he estado en Roncesvalles, pero te aseguro que me he quedado conh unas inmensas ganas de conocerla. Sigue tu historia, y acabaré allí en mis próximas vacaciones sin duda.

Anónimo dijo...

Buenos días estimados lectores de Mirada de Agua. Soy Helena, la peregrina del relato, que tuvo el honor de acompañar a Guada los primeros días del Camiño. Como muestra de todo el cariño que siento por mi "hermana" (aunque no de sangre, sí de alma), os voy a relatar los días que compartí junto a ella.
Aquel 20 de septiembre, llegué sola a Pamplona, procedente de Madrid. Me disponía a coger a las seis de la tarde un autobús que me iba a llevar al punto de inicio de este nuevo camino de Santiago, esa mágica "ruta de las estrellas" que tanto engancha a todo aquel que lo ha experimentado alguna vez con el corazón. Había decidido hacerlo desde Astorga junto con mi hermano y su chica para pasar por el refugio de mi querido amigo Tomás, en Manjarín, y compartir con él momentos especiales, pero decidí caminar sola unos días antes, e iniciar mi camino desde Roncesvalles. Estuve a punto de salir desde Jaca, pero me hablaron tanto de la misa del peregrino que se oficiaba a las 8 de la tarde, y de la bendición del siglo XI, que decidí salir, sin lugar a dudas, de Roncesvalles. Estuve varias horas dando vueltas por Pamplona (me encantó la hospitalidad y amabilidad de la gente de allí) hasta que me dirigí a las estación de autobús, donde nos aguardaban dos autobuses que salían hacia Roncesvalles. No era difícil encontrarlos, ya que todo el mundo que iba a cogerlos llevaba mochilones y aspecto de peregrino. Dejé la mochila en el autobús y allí estaba ella, sola, con unos ojos enormes de sorpresa que dejaban entrever cierto miedo. Me puse a hablar con ella, no recuerdo muy bien lo que le dije. Eramos más o menos de la misma edad (el resto de gente era más mayor) y enseguida pude ver que era una persona noble y con un gran corazón por su mirada de agua. Nos subimos al autobús y nos sentamos juntas detrás del conductor. Le comenté por qué había decidido hacer el Camino, qué me había traído allí, un resumen de mi vida y las necesidades con las que probablemente se iba a encontrar durante la ruta jacobea. A medida que le iba contando lo que me sucedía, ella me miraba con unos enormes ojos. Sí, le estaba describiendo su propia vida. Es así como percibimos que nos habíamos encontrado ese día por una razón concreta: eramos un espejo la una de la otra, y algo teníamos que aprender de ello. La llegada a Roncesvalles fue un poco caótica. Hicimos una cola para obtener la Credencial del peregrino, dejamos nuestras cosas en aquel enorme albergue, y nos fuimos a la misa del peregrino. La ceremonia fue de lo más emocionante, especialmente la bendición en numerosos idiomas. Salimos las dos de la iglesia muy emocionadas, con los ojos como platos llenos de lágrimas. Yo no podía pronunciar ni una sola palabra, tenía un nudo enorme en la garganta. Cenamos en el albergue, y en esa mesa coincidimos con Cristina, nuestra querida futura compañera de viaje, quien nos prestó un cuchillo para cortar queso, y nuestro querido amigo de Barcelona, cuyo nombre ahora mismo no recuerdo (espero que me perdone), un hombre entrañable a quien le entusiasmaban las iglesias románicas, al igual que a mi. Nos duchamos sin luz en el albergue (toda una aventura) y nos fuimos a dormir. Conseguí conciliar el sueño unas pocas horas, pero el ruido de las bolsas de los peregrinos que buscaban no sé qué objetos a altas horas de la madrugada y los desfiles al baño no me dejaban dormir profundamente. Creo que Guada no durmió nada ese día. Las luces de la enorme habitación se encendieron muy pronto, así que hubo que iniciar la marcha a oscuras.
También quería mencionar que en esa preciosa localidad tuvo lugar la batalla de Roncesvalles. Os invito a recordarla pinchando en la siguiente web: http://es.wikipedia.org/wiki/Batalla_de_Roncesvalles.

Anónimo dijo...

Gracias, Guada, me ha hecho mucho bien leerte. Seguro que me ayudará en mi Camino. Te lo contaré.
Un beso.

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