Sueño entre tus brazos

María Amaral. "Tango"



Felicidad me recorrió por el cuerpo al verte, cuando descendí del tren, felicidad al ver tu sonrisa y tu mirada espontáneas al comprobar que me reconocías, estábamos felices de vernos.
Hablabas, no parabas de hablar, contándome qué era lo uno y qué era lo otro, dimos vueltas por la ciudad, veía edificios, rotondas, fuentes, palmeras, hacía sol y llegó la noche. Muchas luces en la ciudad entre los coches, los paneles informativos y los semáforos. Seguíamos cerca de un paseo y me dijiste “vamos a ir a casa de un amigo, no estaba previsto, pero en mi casa hay mucha gente”.

Entramos en su casa y nos indicó que podía dormir en el sofá-cama de la sala. Era muy tarde y él se iba a acostar.
“Si quieres me quedo contigo”- dices mirándome a los ojos y subiendo las cejas.
Me acuerdo de que en ese momento te abracé, algo extraordinario pasó por mi interior, que recorrió cada trocito de mi ser de arriba abajo, entonces miraste de nuevo mis ojos, mis labios y me besaste, temblaba mi cuerpo de emoción, recuerdo el sabor, la frescura de tu lengua, de la mía entre tus labios…

Nos metimos entre las mantas, nuestra piel estaba fría, no había calefacción en la habitación, pero tus manos, unas manos grandes y hábiles recorrían cada centímetro de mi cuerpo, provocando belleza a cada paso en mi piel, adoraba tu piel, mis manos seguían en tu cuerpo la ruta que las tuyas marcaban en el mío.

El tacto de tu piel suave me hacía estremecer, besos eternos, mimos divinos, pasión descontrolada. ¡Qué bien me sentía entre tus brazos! Juegos entre las mantas, el olor de tu piel, cuchicheos en el oído, risas, un disfrute pleno, sagrado placer entre los dos.

De repente no estábamos en esa habitación, acabábamos de entrar en tu casa, puertas muy altas, me presentas a varias personas, una de ellas te dice: “tenías que haber avisado antes”, le respondes: “ya sabías”, “perdona nos hemos despistado”, escuché: “hola, encantada de conocerte, ven que te enseño dónde vas a dormir”.

Me muestra una habitación donde había una cama de 90 cm. y una silla, sobre la silla encuclillas una mujer con una melena increíblemente larga.
-“La hemos encontrado en la calle, no habla, sólo gruñe, está sucia, ¿tú podrías hacer algo por ella?”- me pregunta una chica con pelo rizado y morena.
-“Sí, lo intentaré”- le digo.
Te doy un beso, nos miramos y me despido de ti con una sonrisa metiéndome en la habitación con aquella mujer.